2020: Síndrome de Impostor

He estado pensando estos últimos días, sobre el síndrome del impostor.
Es este fenómeno psicológico en el que la gente se siente incapaz de internalizar sus logros y sufre un miedo persistente de ser descubierto como un fraude.
Mientas voy revisando mi propia trayectoria, señalo de forma concreta cuales han sido mis hitos, mis fases, mis transformaciones. Uno a uno recuento mis fases, y en cada una reconozco un patrón. Por alguna razón, mi mente immediatamente identifica más fracasos que logros.

Me recuerdo sentada sobre la cama de mi amiga Michelle en el verano del 2015, llorando por que acababa de leer las noticias de que había perdido mi beca y no había terminado mi bachillerato y no tenía empleo. Me recuerdo ese último semestre, habiendo recibido una carta que detallaba que estaba en probatoria, que necesitaba pasar todas mis clases o me iban a suspender por un año de la upr, ese semestre que tuve un profesor que no me permitió tomar un examen porque tenía a Seba conmigo y el no aceptaba niños en el salón, quien también me dijo que no daba reposiciones y que me dijo que me diera de baja de la clase. Me recuerdo, con un ataque de pánico, porque al recibir esas noticias sabía que no podría terminar mi bachillerato, que terminaría en suspensión.

Me recuerdo perdiendo la cabeza en la mesa del comedor de Samuel, con la computadora, con solo minutos para poder someter mi tesis completa, recuerdo a Samuel diciendome «deja de ller y escribe, ya sabes suficiente.» y recuerdo mi instinto siendo, NO, NO SE. NO SE TENGO QUE LEER MAS.
Me recuerdo, cuando recibí las noticias de mi graudación, pensar que de qué valía, si estaba desempleada y sin dirección. No se sintió como un logro, se sintió como algo que se supone que hubiera terminado años atrás.Me recuerdo, caminando por San Patricio con Samuel a finales de septiembre del 2017, el único lugar que tenia luz e internet después del Huracán María, cuando recibí la llamada de que estaba despedida…



Me recuerdo el miedo y la verguenza de tener que explicarle a Sebastián que había perdido mi empleo.

Me recuerdo en septiembre del 2018, cuando la recien directora de recursos humanos de Dynamics Payments me llamó a su oficina para explicarme que «no había cumplido con el tiempo de probatoria», me dijo que podía irme temprano, que no me preocupase que me pagarían ‘el día completo’. Me recuerdo, llegando a casa, comencé a barrer. Cuando me entró un pánico familiar, «tengo que explicarle a Seba como fracasé, otra vez».

Una y otra vez, cada vez me caí, fracasando una y otra y otra vez. Por muchísimo tiempo, me fue casi imposible visualizar el futuro, más allá de un mes, tres meses, seis meses, un año. Mis expectativas se sentían demasiado abstractas, demasiado fuera de mi alcance.

Del 2018, sin embargo sí recuerdo una chispa de inspiración. Recuerdo el proceso de impresión, coordinación y presentación de la antología Boricua Beauty. Proceso que encendió curiosidad ante un camino, en el que siempre me he considerado fatal: Planificación Estratégica. Pensé que en cada lugar donde he trabajado, he tenido un instinto de identificar innovaciones y mejoras a los procesos, quizás, podría aprender un poco más alla de este campo.

A pesar de haber perdido mi empleo, recuerdo que tomé un curso en la Universidad Politécnica, un curso titulado Certified Associate in Project Management, que cubría las bases y elementos de Project Management. El curso estaba diseñado para preparte para tomar el exámen de certificación. Pero, al terminar el curso de 5 semanas, pensé ( como siempre pienso..) » No se lo suficiente… Necesito saber más…»


Fue entonces que comencé a leer mas al respecto. Había perdido mi empleo en octubre, y no fue sino hasta diciembre que conseguí una entrevista para trabajar en Intervoice, una compañía que se especializa en IT Project Management.

En 2019, comencé a trabajar.
En el verano del 2019 comencé mi maestría en administración de empresas, con un enfoque en Project Management.

En Octubre del 2019, logré obtener suficientes ahorros y el ingreso estable suficiente, con una pareja excepcional y encontramos un apartamento donde nos podríamos mudar. El contraste más grande entre el octubre del 2018 y el 2019, este año yo no tendría ese miedo de pensar en cómo explicarle a Seba que su madre habia fracasado nuevamente, sino todo lo contrario. Este año por primera vez, le mostré nuestro nuevo hogar, uno con un cuarto que el no tendría que compartir. Su propio cuarto, su propia cama, su propio escritorio y su propio televisor.

Y su propio reguero…

En el 2020, antes de que comenzara la pandemia, recibí un ascenso en mi puesto. Este año, ha sido testimonio de resiliencia, de bendición, de apreciación de lo que tengo, y de lo que he luchado. Porque a pesar de todo, aún retuve mi empleo, aún retuve mis estudios y Seba retuvo los suyos. A pesar del increíble reto de poder trabajar remoto, de estar pendiente de las clases y tareas de Sebastian, de tener que estudiar remoto también, de tener que buscar la manera de balancear todo con las tareas del hogar ( cosa que, Samuel puede dar testimonio que lo dificil que ha sido), aquí estamos.

Aquel curso que tomé en el 2018, donde no me pensé apta para tomar el examen de certificación, fue este año, el 2020, dos años después de yo haber dicho «No sé lo suficiente…Necesito saber más…» que finalmente tomé el examen. Un exámen que justo la noche anterior yo le repetí a Samuel, «Muchas personas no pasan la primera vez, es posible que no lo pase, no esperes que lo pase, no he estudiado lo suficiente…», que Samuel en su bendita paciencia me repetía que me iría bien… y el 19 de diciembre, luego de tres exasperrantes horas de examinación, presioné el botón de «submit» y al instantáneo la pantalla mostró las felicitaciones por haber pasado el exámen. Por tres largos minutos recosté mi frente sobre el escritorio y lloré.



Lloré porque yo estaba tan segura de que fracasaría. Estaba tan segura, tan lista para intentarlo nuevamente el año entrante, estaba mentalmente preparada para volver a tener esa conversación con Sebastián, estaba segura que todo esto que había estudiado, había sido solo en superficie. Estaba segura que, era un fraude, que estos resultados me revelarían la verdad, que este examen me expondría como la impostora que realmente soy. Un fraude con labia, capaz de engañar a los demás, pero no a un exámen… no a un exámen…

Lloré, y respiré hondo. Observé los papeles donde tenía todas mis notas. Mis diagramas, mis códigos coloridos. Mis libros, el PMBOK, el Agile extension, mis libretas universitarias, mis portafolios sometidos, como si fuera la primera vez, me di cuenta que yo había estudiado por dos años consecutivos, un campo que era completamente ajeno a mi persona. Sin fundamentos de administración, sin base, me tiré de pecho, a quemarropa, y frente a mis ojos estaba viendo el resultado, a pesar de que horas antes me sentía igual de incapaz que hacen dos años atrás.

Recuerdo la reflexión que había publicado a inicios de este año.
Recuerdo vivamente que aspiré a enrriquecer mis ambiciones, recuerdo que aspiré a la paz, la pasión, y la perspectiva, y en parte pienso que cumplí con ese propósito.
Se que este año la pandemia me regaló tiempo para redescubrir el arte y otras formas de apreciar la paz. Se que este año he aprendido sobre los mecanismos de mitigación de ansiedad. He aprendido nuevos niveles de comunicación, de desacuerdos, de miedos y de encantos. He descubierto nuevos niveles de gratitud, de lenguajes de amor, de desempeño y de visibilidad.

He aprendido otros matices de paz, pasion y perspectiva.

Este año, me parece que tengo mis ambiciones mas detalladas, pero he dejado mis sensibilidades en carencia. Me he dejado reinar por el miedo por demasiado tiempo. La inseguiridad de la insuficiencia, el dolor de la decepción. Me he dejado reinar por ese desespero ambiguo, esa persecución de algo de lo cual yo pueda sentirme orgullosa. Este año quiero aprender a reconocer-me. Reconocer los logros que he desacreditado por tanto tiempo. Reconocer que quizás, he internalizado crueles estándares de valor intrínseco de una forma enfermiza. Reconocer que hacer conciencia de nuestros logros, no es una señal de prepotencia sino que es saludable reconocer-se.

Mi abuelo siempre dijo que lo más importante es amar al prójimo como a sí mismo, y ser misericordioso.

Quizás este es el año que pueda aprender a ser misericordiosa, pero conmigo.
Me he sentido impostora, sí. Pero quizás no por insuficiencia, sino por mis propios crueles estándares de desempeño.

Este año, entonces aspiro a la misericordia.
Porque más allá de la ambición, de nada vale la paz, la pasión o la perspectiva, si la misericordia no entra en juego.

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